viernes, 22 de abril de 2011

EN LAS CENIZAS DE LA ESTRELLA MUERTA.

Demasiadas emociones en tan poco tiempo. Había querido salvar el barco sin contar con sus compañeros. Sin mala fe, por puro convencimiento lo había intentado, pero no había sido posible. Juan estaba exhausto, agotado, sin fuerza para mover su cuerpo. Su mente iba a la deriva, como el barco, dando bandazos en todas direcciones. En el momento álgido de la tormenta, el oleaje le elevó por los aires. Sin saber si era sueño o realidad, chocó con algo y se sintió quebrar. Los sentidos abandonaron su cuerpo. El agua acabó con todo. La conciencia de Juan se apagó como una vela en medio de un huracán.
Negro, fundido a negro, nada, vacío, oscuridad, abismo, silencio. Un diminuto deseo parecía surgir en medio de la noche sin fin. Un abrir de ojos sin rostro. Su cuerpo no era un cuerpo si no un espacio infinito del cosmos. A la vez se sentía pequeño. ¿Qué era aquel lugar?. ¿Sería esto la muerte?.
La idea surgió de la nada... estaba en el corazón de una estrella muerta. El silencio era total o casi. La oscuridad cobraba vida con aquel pensamiento. Se quedó muy quieto, sorprendido enmudeció. Intentó percibir de nuevo la idea. Estaba en el corazón de una estrella muerta. De una manera extraña sabía que era verdad.
¿Cómo había llegado allí?. Inmediatamente surgió la respuesta. Su corazón se había detenido unos instantes. Lo suficiente como para llegar allí. Quiso mirar a su al rededor pero no pudo. No tenía cuerpo. Podía sentir la presencia de la estrella muerta. Su corazón se había detenido unos instantes. Sabía que era verdad.
¿Y estás muerta de verdad?... supongo que si, contestó la estrella.
¿Cómo es posible que estés muerta si puedes oírme y contestar a mis preguntas?... yo tengo una pregunta mejor, dijo la estrella, ¿cómo es que tú puedes oírme si yo estoy muerta?. Yo debo de estar muerto también, pensó.
¿Y ahora qué?... ahora todo, replicó la estrella.
Perplejo espero unos instantes antes de seguir preguntando. ¿Por qué se extinguió tu luz?. Esta vez aparecieron imágenes en su mente. La estrella se iluminó con un brillo inusitado. La luz se hizo cegadora. Ardiendo con tanta intensidad se consumió a sí misma hasta quedar convertida en nada. Sólo quedaron cenizas flotando en la oscuridad.
Se le ocurrió preguntar ¿y tus cenizas?. ...Mis cenizas son tus pensamientos. Lo que queda de mi está en ti. Se volvió a callar.
Tengo una última pregunta, pensó, ¿y por qué yo?. La respuesta no se hizo esperar. Porque en tu corazón hay una estrella y esa estrella soy yo... Daba igual lo extraño que pudiese parecer. Supo que era verdad.
Algo iba creciendo en su interior. Había llegado el momento de tomar una decisión. Un diminuto deseo surgió de la nada: salvar a la estrella. Inmediatamente supo que la estrella era su hogar. Más allá del tiempo y el espacio la estrella había confiado en él y él iba a salvarla.
Abrió los ojos. Ahora si, su cuerpo era un cuerpo dolorido y maltrecho. Un espacio pequeño que albergaba una estrella. Una estrella que flotaba en el espacio sin fin. El corazón de la estrella se iluminó. Lo suficiente como para ver en ella a sus compañeros de viaje que lo miraban expectantes, preocupados, nerviosos. Ellos le habían salvado la vida. Lo habían encontrado atrapado en uno de los cabos de la red dorada que sujetaba el barco. Lo habían protegido y alimentado durante el tiempo que había estado inconsciente.
La tormenta había pasado. Había dejado a su paso la embarcación destrozada. Nada que no tuviera remedio. Se sentía sereno. La luz del amanecer le pareció brillante. Se le metía dentro. Su corazón se iluminaba, la estrella renacía de sus cenizas. Mas que nunca se sintió parte de la tripulación. La red dorada le había salvado de perderse en las profundidades del océano. En los momentos difíciles sus amigos habían cuidado de él. Ahora él cuidaría de ellos. Ellos eran su estrella. La luz del sol brilló en sus ojos.

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